A pesar del potencial de las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC) para alcanzar el desarrollo sostenible y la igualdad de género, como se plantea en la Estrategia de Montevideo para la Implementación de la Agenda Regional de Género en el Marco del Desarrollo Sostenible hacia 2030, es necesario contar con políticas apropiadas, para evitar correr el riesgo de profundizar los nudos estructurales de la desigualdad de género.
En América Latina y el Caribe, distintos grupos de personas siguen teniendo un nivel desigual de acceso, uso y apropiación de las tecnologías digitales. Las mujeres están sobrerrepresentadas entre las personas que encuentran más barreras para aprovechar el potencial de las TIC. La llegada de la pandemia de enfermedad por coronavirus (COVID-19) y las medidas adoptadas para mitigar su propagación han acelerado la transformación digital de las sociedades y su vínculo con la economía digital. Por este motivo, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) ha propuesto avanzar hacia procesos de transformación digital incluyentes, que aseguren el acceso de las mujeres a las TIC y potencien sus habilidades para utilizarlas y hacerlas suyas, al tiempo que permitan avanzar hacia una recuperación transformadora sostenible y con igualdad de género.
La pandemia del COVID-19 ha evidenciado la importancia de las tecnologías digitales para la continuidad del día a día de las personas, familias, sociedades, empresas y Estados. La llegada del COVID-19 y las medidas adoptadas para mitigar su propagación han acelerado la transformación digital de las sociedades y su vínculo con la economía digital. Las redes y la infraestructura de comunicaciones se utilizan de manera cada vez más intensiva para actividades productivas, educacionales, de la salud, y de relacionamiento y entretenimiento (CEPAL, 2020a).
La CEPAL ha planteado que la crisis generada por el COVID-19 ha tenido profundas implicaciones sociales, especialmente en el ámbito del cuidado, que es imprescindible para sostener la vida. La pandemia ha desajustado los modelos de vida que prevalecían, poniendo en evidencia que todas las personas son interdependientes y requieren de bienes, servicios y cuidados para sobrevivir. Ha hecho, por lo tanto, evidente la importancia de los cuidados para la sostenibilidad de la vida, lo injusto de su organización y la importancia de considerarlos un componente fundamental del desarrollo. (CEPAL, 2020a, 2021) El aislamiento ante la pandemia puso en evidencia que la vida pública y la privada son dos caras de la misma moneda y ha develado el sesgo de género en el cuidado, donde operan los estereotipos que resaltan que las actividades de cuidado implican subordinación y son tareas que se asumen como naturales para las mujeres. Estos patrones culturales patriarcales están detrás de la menor participación de los hombres en las tareas de cuidado (CEPAL, 2017).
Hoy más que nunca el acceso y uso de las tecnologías de la información y comunicación, como Internet y telefonía móvil, son claves para asegurar que las personas puedan mantenerse informadas, productivas, seguras y conectadas con sus seres queridos y sus sistemas de apoyo. El debate sobre si el acceso y uso de las TIC es un lujo o una conexión esencial para la sociedad, es cosa del pasado y existe un creciente consenso sobre la necesidad de cambiar la propia definición de Internet como un bien del ámbito privado para pasar a ser parte de la infraestructura pública. El acceso universal a Internet solo será posible si los Estados ponen a disposición de toda la población un nivel básico, como parte de la infraestructura física, como un bien público.