Analizar la complejidad del emprendimiento en América Latina demanda mayores esfuerzos que los que permite un blog y es una tarea a la que algunos nos dedicamos a tiempo completo. Pero el reconocimiento Start Up Nations Award for Groundbreaking Policy Thinking (Pensamiento Transformador en Política Pública) que me han otorgado es una excelente ocasión para repasar y resumir algunos de los aportes principales que han sido reconocidos por la Global Entrepreneurship Network (GEN) y que han contribuido a evolucionar en la comprensión de la realidad del emprendimiento dinámico, es decir, de la realidad de nuevas empresas con alto potencial para contribuir a la innovación, al empleo y al crecimiento económico de la región.
Hacia el año 2002, proponíamos por primera vez el concepto del emprendimiento dinámico. En esa investigación lo presentábamos como un “animal” distinto a la micro y pequeña empresa tradicional, mostrando su contribución al desarrollo económico, su proceso de emprendimiento y sus necesidades. Los emprendimientos dinámicos son aquellos que una vez superados los primeros años, que son los de mayor tasa de mortalidad, logran convertirse en (al menos) una pyme competitiva con buenas perspectivas de crecimiento. Contribuyen claramente a diversificar y cualificar el tejido productivo, a generar empleos de calidad y a cerrar la brecha de productividad con las firmas grandes. A partir de allí, era por lo tanto clave entender los factores que contribuyen al surgimiento de este tipo de nuevas empresas y de los emprendedores que las lideran.
Dos años después, en 2004, se propuso desde América Latina una perspectiva sistémica, capaz de captar las especificidades y heterogeneidades de los países de la región. El planteamiento básico es que los emprendimientos surgen y logran progresar cuando existen propuestas de valor innovadoras, lideradas por equipos emprendedores de calidad que ambicionan crecer, y que cuentan con las condiciones favorables para la concreción de sus proyectos. Esta perspectiva sistémica se configura en tres ejes clave en torno a los cuales se agrupan diez dimensiones o factores específicos. De lo que se trata es de entender qué hay detrás de una nueva empresa dinámica, que ingredientes conforman la química económica y social que contribuyó a su surgimiento.
El capital humano emprendedor (dimensión sin la cual la película no ocurre) tiene tres factores clave que inciden muy especialmente sobre su existencia y grado desarrollo: las condiciones sociales, la cultura y el sistema educativo. El grueso de los emprendedores que fundan empresas dinámicas suelen provenir de las clases medias, por lo tanto las condiciones sociales cuentan. Una clase media más frondosa es la base para el emprendimiento dinámico, a la vez que el emprendimiento dinámico ayuda a ampliar el peso de las clases medias. Estos segmentos de la sociedad se caracterizan por su ambición de progreso y por contar con cierta base de capacidades y recursos que les permiten acceder a las oportunidades que ofrece la educación, que es clave para acceder al conocimiento técnico y a empleos que ayudan a desarrollar capacidades. Por su parte, una cultura abierta que facilita el networking hace más factible emprender, en tanto que una sociedad que valora a los emprendedores lo que hace es aumentar la deseabilidad de crear empresas entre las personas.
El segundo eje es el de los vectores que ayudan a conformar un espacio potencial con oportunidades de negocios. Los factores clave acá son la estructura empresarial, la plataforma de ciencia y tecnología para la innovación y las condiciones de la demanda. Por ejemplo, una estructura rica en pymes y empresas tecnológicas, con grandes firmas abiertas a la novedad y con demandas sofisticadas, suele generar más oportunidades para los emprendedores que las que están más concentradas en organizaciones tradicionales y conservadoras. Otro tanto puede decirse de la plataforma de ciencia y tecnología, que puede ser un gran aliado del emprendimiento y la innovación cuando cuenta con organizaciones tales como universidades e institutos de investigación de excelencia, con una cultura y estructura organizacional y con incentivos que favorecen la transferencia de conocimiento en general y a través del emprendimiento en particular. Además, no hay que olvidarse de las condiciones de la demanda. Una economía pujante y consumidores que privilegian la diferenciación por sobre el precio ofrecen condiciones potencialmente más favorables para el crecimiento de las nuevas empresas que una declinante o estancada.
Hasta aquí entendimos de qué depende que haya emprendedores potentes y un espacio de oportunidades en el que ellos construyen sus propuestas de valor innovadoras. Resta comprender qué hace falta para que estas propuestas prosperen. Y ahí las tres dimensiones clave son el capital social, el financiamiento y las políticas y regulaciones. En efecto, para que puedan llegar a buen puerto es clave contar con capital social, es decir, bases de confianza para tejer redes, financiamiento apropiado y gobiernos que remueven obstáculos regulatorios y actúan proactivamente mediante programas y políticas efectivas.
Más recientemente comenzamos a medir estos ejes y dimensiones, y sus resultados los podemos encontrar en el Índice de Condiciones Sistémicas para el Emprendimiento Dinámico, una herramienta que nos permite ver, año tras año y en comparación con 54 países (15 son de la región latinoamericana), dónde nos aprieta el zapato y dónde vamos mejorando. En el reporte más reciente del Índice (2016) vemos a Chile al frente del ranking latinoamericano, seguido de Brasil, México y Uruguay. Completan el top 5 Colombia y Costa Rica. Descarga el informe completo para explorar la evolución de los países en los últimos tres años en las diferentes dimensiones del Índice.
La información disponible no permite compararnos con la situación de hace unos diez o quince años atrás, aunque uno puede conjeturar que estábamos mucho peor en cultura, condiciones de la demanda, ciencia y tecnología, financiamiento y, por sobre todas las cosas, en políticas de emprendimiento.
Afortunadamente, el paisaje regional ha venido cambiando. La mayoría de los países están haciendo algún esfuerzo para mejorar el contexto para el emprendimiento dinámico, algunos con más intensidad que otros. Y no son sólo los gobiernos y las universidades quienes lo empujan, sino los propios emprendedores que lideran nuevas organizaciones en el ecosistema (esto se conoce como entrepreneurial recycling), incluyendo asociaciones que buscan incidir en la agenda de políticas y grandes empresas que comienzan a apostar al emprendimiento.
¿Significa esto que nuestros ecosistemas están andando satisfactoriamente? Podemos sentarnos y felicitarnos a nosotros mismos por estos avances? Por supuesto que no. Todavía existe un largo y desafiante camino por delante para dar un salto cualitativo a nuestros ecosistemas. A lo largo de estos años hemos avanzado en nuestra comprensión del emprendimiento dinámico y del sistema de factores que incide sobre su proceso de creación y desarrollo. Y se ha ampliado la cantidad de actores que están ayudando a motorizar ecosistemas que deben ser vistos y entendidos, en sí mismos, como emprendimientos colectivos.
Hugo Kantis (Phd) es Director del Programa de Desarrollo Emprendedor (Prodem) y de la Maestría en Economía y Desarrollo Industrial de la Universidad Nacional de General Sarmiento (Argentina). Académico y experto en emprendimiento e innovación, diseño y evaluación de programas de fomento. Miembro del Comité Editorial de revistas indexadas como Venture Capital (Reino Unido) y referee de Small Business Economics. Autor de numerosos libros y artículos sobre la temática.