Bella Vista. Mañana fresca de septiembre. Bajo los eucaliptos, todo huele a flor. Hacia el sur, pendiente abajo, se observa la población de Quillacollo, pero acá arriba, en el interior de una casa que no llamaría la atención, un vivero en el que rosas de tres meses y claveles recién germinados se refrescan en agua mediante un sistema de nebulización. Más allá, otros viveros, esta vez de rosas mayores, claveles, gerberas y chispitas. Tras el patio principal de la casa, una docena de mujeres realiza la selección, tratamiento y empaquetado de rosas y claveles de tallo largo con el más riguroso cuidado. Cada cierto tiempo una de ellas ingresa a un cuarto contiguo estrictamente cerrado y saca unos claveles. Es la cámara fría. Los floricultores no hablan abiertamente de cifras, pero probablemente costó unos 20 mil dólares.
Los ambientes y maquinaria pertenecen a ExpoFlor, una de las ocho microempresas bolivianas que conforman la asociación Flor de Altura y una de las 220 procedentes de cuatro municipios (Vinto, Quillacollo, Tiquipaya y Cercado) que integran la Plataforma de Innovación Tecnológica para el Desarrollo de Flores y Hortalizas (Plaflhor).
Se trata de un proyecto ambicioso y una iniciativa que nació de las más de 2.000 familias de floricultores que se calcula que trabajan en estos cuatro municipios del valle central y que buscan mediante esta sociedad superarse para lograr una flor con calidad de exportación.
De hecho Flor de Altura, el grupo que lleva la vanguardia en la plataforma, ya logró como sociedad hacer sus primeros envíos a Paraguay, Argentina y sobre todo a Brasil, donde se abrió un mercado de rosas y claveles, en ciudades como Río Branco, Campo Grande y Corumbá.
Para ello, fue necesario asociarse en un proyecto de innovación tecnológica. Los productores bolivianos de estos cuatro municipios concentran sus flores en estos ambientes de ExpoFlor de Bella Vista para la conservación, empaquetado y exportación.
Comparten algunos gastos, como el de la cámara fría y se reparten las ganancias de acuerdo a sus estatutos.
El objetivo del proyecto emprendedor es que las otras microempresas de la plataforma, conforme vayan reuniendo los requisitos para la comercialización internacional, mediante la capacitación, tratamiento de las plantas, adquisición de tecnología y otras exigencias de calidad, vayan engrosando Flor de Altura.
La plataforma está respaldada por el Consejo Departamental de Competitividad de Cochabamba, que, a su vez, logra financiamiento de la Cooperación Suiza de Desarrollo (Cosude) e involucra a más de una docena de instituciones públicas y privadas de los cuatro municipios. El brazo ejecutor es la Fundación Valles.
Todas estas instituciones, que también hacen el rol de socios de la plataforma, han contribuido de alguna manera a que los productores reciban cursos de capacitación, se les facilite la compra de bulbos, semillas, fertilizantes y otros instrumentos, se les colabore en la adquisición de tecnología y, lo más demandado por los floricultores, se les ayude en la búsqueda y consolidación de mercados a nivel internacional. Y los mercados en estos tres países son los primeros resultados.
Sin embargo, según la coordinadora del proyecto Plaflhor de la Fundación Valles, Lilian Alvéstegui, para lograr esto, los productores bolivianos tuvieron que aprender muchos detalles que antes les eran insignificantes, pero que después de tener contacto con sus compradores se convirtieron en aspectos vitales, desde la forma de conservación, los cortes o los materiales empleados en empaques (plásticos que ayuden a la transpiración de las flores). Incluso el cambio de variedades y colores se convirtió en una exigencia.
Fundación Valles ha trabajado con más de 2.000 floricultores desde 2001 en prácticamente una decena de proyectos y en 2012 se conformó la mencionada plataforma con los objetivos señalados. Flor de Altura es la síntesis de capacitación y calidad de exportación.
Uno de los grandes problemas para la exportación y la importación de flores es la falta de normativa por parte del Senasag. A mucha insistencia, se ha logrado una normativa para las rosas y claveles, pero no así para el lilium, lisanthus y otras flores exóticas. Esto es un gran perjuicio porque nos afecta tanto para la exportación como la importación, y Senasag tiene que apoyarnos en este sentido porque el mercado internacional es cada vez más exigente. Le hemos ofrecido apoyo, pero aún no tenemos respuesta.
El trabajo de floricultor es bastante delicado. Puede tardar entre tres y cuatro años en recuperar su inversión. Eso según las especies. La rosa vive 10 años, y produce entre 10 y 12 rosas al año, pero hay que esperar hasta el primer año para tener flores de calidad. La gerbera produce dos años continuos, pero se demoran seis meses en producir la primera flor. También hay enfermedades, como el Oidyum, Botritis o el Fusareum oxiforim, que es un tremendo problema para el clavel».
Nuestro negocio es muy riesgoso. Hay fechas en que la demanda es muy alta, por ejemplo en Navidad y Todos Santos. Hay mucha demanda de flores, pero pasa ese tiempo y de repente no hay demanda y el precio de la flor cae de forma abismal. Tenemos grandes pérdidas. Queremos evitar estos problemas buscando mercados de exportación, pero para eso tenemos que mejorar nuestra calidad y responder a las exigencias del mercado internacional».
Otro problema que tenemos es el contrabando de flores. Nos han llegado muchas rosas y claveles de Perú y Ecuador. De Perú nos llega la rosa ecuatoriana. Esto nos trae problemas a los floricultores nacionales, no sólo porque nos hacen una competencia desleal y nos obligan a bajar precios, sino porque también con estas especies llegan otras enfermedades para las flores. A nosotros nos exigen bastante para exportar e importar especies, pero a nosotros no nos protegen del contrabando».
El inestable precio de las flores en el mercado nacional, las rigurosas exigencias para la exportación e incluso la moda internacional, que cada cierto tiempo cambia de gusto sobre las especies florales, son algunos de los problemas mencionados por los integrantes de la Plataforma de Flores y Hortalizas y de Flor de Altura.
Al margen de ello, está el tiempo, el delicado trabajo, las enfermedades de las plantas y otros contratiempos en el proceso de producción que exigen bastante cuidado y paciencia.
Los floricultores cochabambinos están conscientes de estos problemas y aceptan el desafío de capacitarse, invertir en tecnología y sujetarse a normas internacionales para exportar, pero también reclaman ayuda de entidades como el Senasag, para que les colabore con el reglamento que les permita exportar no sólo rosas y claveles, sino también otras variedades.
Según explica el presidente de Flor de Altura, José Luis Sanabria, uno de los grandes problemas para el sector es la inestabilidad de los precios. Hay meses en los que la demanda es alta en el mercado interno, según las fiestas, pero hay otros en los que el precio cae por falta de demanda. “Un paquete de rosas de 20 bolivianos, perfectamente puede caer al siguiente mes a 5 bolivianos. Perdemos. Para eso buscamos una salida en la exportación, pero para eso tenemos que acomodarnos a la exigencias internacionales”, dijo.
El vicepresidente de Plaflhor, Juan Carlos Acosta, explica que un paquete de 25 rosas puede oscilar entre 10 y 60 bolivianos, pero en el mercado internacional hay un precio fijo que actualmente se halla por los 45 bolivianos.
La inversión en flores como gerberas también es enorme. Cada planta cuesta 3,50 dólares. “Ahora imagínese invertir en un cultivo de mil plantas”, explica. La gerbera, además, es una flor muy delicada. Un poco más de agua o un poco menos afectan terriblemente a la planta. Para la exportación a países cálidos como Brasil y Argentina hace falta no sólo buenos empaques, sino también pensar ya en una cadena de frío.
Otro problema señalado es la desigual competencia. En los últimos días han ingresado al país rosas y claveles de contrabando vía Perú, con especies de este país y de Ecuador. Esto obliga a los productores nacionales a bajar sus precios.
Pese a que los principales dirigentes y representantes de las microempresas son hombres, el 80 por ciento del trabajo en la floricultura cochabambina es desarrollado por mujeres.
Ellas se encargan de la selección, deshojado y empaquetado.
Incluso toman parte en los trabajos teóricamente pesados, como riego, fumigación y preparado de tierras. La floricultura tiene rostro de mujer.