Dada la invasión y ataque de tropas militares rusas a territorio ucraniano, que impactó en una escala del precio de la tonelada de soya por encima de los $us 600, el gerente del Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE), Gary Rodríguez, dijo que un mejor precio internacional de la soya debería ayudar a todos los actores de la cadena oleaginosa, empezando por el productor, pasando por el agroindustrial y hasta el exportador.
Sin embargo, indica que no todo es ‘color de rosa’ en el sector, dada su vulnerabilidad al cambio climático y las plagas, por una parte, y las complicaciones derivadas de los altos costos de la logística y el transporte internacional, además de las restricciones existentes a la libre exportación de excedentes que implican dos conceptos básicos -productividad y competitividad- capítulos pendientes en la agenda pública.
Conociendo la subida de precios de los alimentos que da desde 2021, a juzgar por Rodríguez, Bolivia dejó pasar la oportunidad de apostar por el ‘sector estrella’ del agro boliviano -la soya- lo que hubiera significado la captación de varios cientos de millones de dólares adicionales por agroexportación, amén del efecto multiplicador que hubiera conllevado el pleno uso de la biotecnología en el agro, así como la ampliación del área de cultivo en Santa Cruz y en el Beni, una verdadera “revolución verde” con pleno respeto al Plan de Uso de Suelo (PLUS).
“No es tarde para tomar las políticas públicas que el sector agrícola y agroindustrial demanda, y no para beneficio exclusivo de los mismos, sino del país todo: la fórmula y el pedido es biotecnología y libre exportación de excedentes”, puntualizó el gerente general del IBCE.
Dio cuenta de que el precio promedio de exportación para el complejo oleoproteico de la soya (torta, aceite crudo, aceite refinado, harina) en 2020 fue de $us 372 dólares por tonelada, mientras que el pasado año subió a $us 540 dólares por tonelada.
Esto, en opinión de Rodríguez, coadyuvó a que, en 2021, la exportación de soya y derivados lograra un récord histórico de ventas con $us 1.365 millones por 2,5 millones de toneladas, llegando a significar un 50% de las exportaciones no tradicionales y 12% de las ventas globales.
“Esa es la buena noticia, lo triste es que, con semejantes precios, Bolivia no esté recibiendo muchas más divisas, peor ahora con la tonelada de soya supera los 600 dólares. Si el productor soyero hubiera podido trabajar con nuevos eventos biotecnológicos, su producción hubiera subido un 50% y las exportaciones hubieran superado en 2021 los $us 2.000 millones. Hoy, más que nunca, Bolivia debería apostar por la biotecnología, ya que, sin mucho esfuerzo y sin costo para el Estado, la soya y derivados, podría superar holgadamente a las exportaciones de gas natural”, dijo Rodríguez.
El sábado 26 de febrero, con motivo de Exposoya 2022, el secretario de Desarrollo Productivo de la Gobernación de Santa Cruz, Fernando Menacho, se sumó al pedido de biotecnología y lamentó que hasta la fecha las autoridades nacionales no hubieran atendido la demanda del sector.
Dijo que es necesario que la administración estatal apoye la actividad agrícola, dado el declive en sectores tradicionales como la minería y los hidrocarburos. “La Bolivia productora de minerales está en decadencia, la Bolivia que está repuntando y nos va a sacar adelante es la productiva”, expresó.
A su turno, el primer vicepresidente de la Cámara Agropecuaria del Oriente (CAO), José Luis Farah, afirmó que mientras varios países de la región mejoran sus rendimientos, mediante el uso de la biotecnología, Bolivia se rezaga. “Por eso coincidió en unir esfuerzos para que el sector pueda acceder a estas herramientas”, manifestó.