Cuando se les pregunta por qué decidieron montar su negocio, todas tienen la misma respuesta. «Por necesidad”, dicen. Unas trabajan con un carrito callejero, otras instituidas en un puesto de feria y algunas, incluso, operan desde piezas alquiladas; pero todas tienen la meta común de sacar adelante a sus familias mediante impulso propio.
Estas experiencias coinciden con la información expuesta en el último Informe sobre Desarrollo Humano titulado El nuevo rostro de Bolivia, que fue elaborado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
Dicho documento refleja que el 74% de las mujeres del eje La Paz, Cochabamba y Santa Cruz -tomando incluso las áreas metropolitanas- son emprendedoras por necesidad: y que el restante, el 26%, emprende aprovechando una oportunidad.
En este texto se define a «las emprendedoras por necesidad” como aquellas mujeres que tienen trabajos por cuenta propia, pero que no son profesionales o patronas y/o empleadoras que generan menos de cinco puestos de trabajo.
Un ejemplo de esa definición es Eusebia Huanca, de 50 años. Lo único y mejor que sabe hacer -afirma- es bordar manteles. Desde hace siete años que instaló su puesto en la Max Paredes y desde hace tres optó por trabajar con colaboradores.
Antes hacía manteles y tapetes, ahora hago pura muestra. Tengo personas que trabajan conmigo, ellos hacen, yo sólo vendo las muestras”, comenta. De esa manera, esta emprendedora sacó adelante a sus cuatro hijos ya que no tiene esposo. «Para subsistir está bien, no me quejo”, dice.
El coordinador de este Informe, Ernesto Pérez de Rada, explica que en su mayoría existen condiciones de desventaja de las mujeres que trabajan por su cuenta, dado que deben atender a los hijos, ganan el 44% de lo que perciben sus pares masculinos y están en puestos de trabajo de baja calidad.
En general las mujeres son predominantemente ‘cuentapropias’ pero sabemos que no todas las cuentapropias pueden considerarse emprendedoras por oportunidad. De hecho, la gran mayoría hace esto en niveles de subsistencia o sencillamente por necesidad”, afirma.
Susana Blanco y sus hijos montaron un negocio de pintado de uñas hace nueve años. Después de deambular de un lado a otro, hoy laboran a unas cuadras de San Francisco. Lenny, la hija mayor de Susana, cuenta que incursionaron en ello para mejorar sus posibilidades económicas.
Las mujeres emprendedoras son luchadoras, valientes y fuertes. El que no arriesga no gana. El camino al éxito está empedrado de fracasos; así que sólo cuando emprendes, aunque te vaya mal, ganas experiencia”, sostiene.
En los últimos 15 años, el nivel de emprendedurismo femenino por necesidad se redujo del 87% al 74%. Según los datos actualizados a 2014, la región metropolitana de La Paz es donde más casos se registran alcanzando el 80%, seguido por Cochabamba con el 74% y la región metropolitana de Santa Cruz, con 71%.
«En las áreas urbanas de Bolivia, la mayoría de las mujeres está limitada para poder optar por un empleo remunerado por la dificultad de conciliar su rol tradicional con sus aspiraciones y necesidades económicas. Por lo tanto, la posibilidad de trabajar de manera independiente a través de emprendimientos es una alternativa no sólo atractiva sino, sobre todo, viable”, dice parte del documento del PNUD.
Al caminar por las calles de La Paz, principalmente, las del centro y las cercanas a los mercados, es frecuente ver a personas como Eusebia o Susana, quienes en la mayoría de los casos aprendieron un oficio y se lanzaron a las aguas laborales a buscar suerte.
El negocio de Susana Blanco nació hace nueve años en La Paz. Dada su afición por la pintura, Blanco decidió crear un salón de pintado de uñas para así poder sacar adelante a su familia. Desde un principio, sus hijos de 28, 27 y 25 años, colaboraron para que este emprendimiento saliera adelante y en la actualidad trabajan con dos personas quienes colaboran con los trabajos. «Mi mamá es muy emprendedora, ella le mete a todo”, dice su hija mayor, Lenny.
En un principio, hace más de dos décadas, Eusebia Huanca bordaba manteles para venderlos a pedido. Desde hace siete años trabaja con un equipo de personas, a las cuales contrata para que le colaboren con el trabajo, ya que ella los ofrece y borda sólo muestras para que los clientes encarguen. Sentada en su puesto de la Max Paredes cuenta que tiene cuatro hijos -entre 11 y 25 años- a los cuales sacó adelante sólo con este oficio.
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Cuando Sabina Silicuana Mamani, de 39 años, decidió hace ocho meses invertir en una máquina para moler caña de azúcar sabía que estaba dando un paso importante. «Empecé a vender por necesidad”, explica, mientras la da la yapa a un cliente en pleno El Prado. Migró de los refrescos de kisa a su actividad actual; y es consciente de que con ello saca adelante a sus hijos. En un futuro espera conseguir dinero para comprar otra máquina y emplear a alguien.
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A sus 49 años Teodora Mamani confiesa que no acabó el colegio. Llegó a La Paz muy joven desde Santiago de Huata. «Me animé a montar mi negocio para salir adelante y saber más de la costura”, comenta sentada desde su puesto en la Uyustus. A la cabeza de este emprendimiento, su esposo la ayuda en la confección de fundas para licuadoras, extractoras y todo tipo de «doras”. «Estoy orgullosa de vender y de haber salido adelante así”, dice.
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Aunque heredó de su padre la habilidad para tallar en mármol, Dora Ticona no se inició de manera formal en este oficio sino hasta hace seis años. En aquel entonces la necesidad tocó su puerta. «La venta diaria sale bien, me da mejor que un sueldo”, explica. Mientras muestra pequeños elefantes, sapos y búhos de mármol. Se considera una mujer emprendedora porque -afirma- lucha por su familia. «Cada vez que me caigo siempre me vuelvo a levantar”.