El Programa Regional ComVoMujer, financiado por la cooperación alemana, presentó un estudio descriptivo titulado «Los costos empresariales de la violencia contra las mujeres en Bolivia» (2015), en que estima los costos en relación al tiempo que conlleva como efecto de la violencia contra la mujer en las empresas de Bolivia.
Para el estudio se aplicaron cuestionarios estructurados a personal de 31 empresas privadas grandes y medianas en Bolivia (ciudades del eje), además de una encuesta a 2.705 mujeres y 4.638 hombres. «Para la estimación de costos se utilizó el diseño contable de costos indirectos del capital humano, que captura el valor de la pérdida del tiempo de trabajo debido a la ausencia o baja productividad. Se contabilizó en días laborales perdidos, salarios perdidos y luego corregido por el factor de productividad laboral individual».
Se tomaron en cuenta los sectores de la industria manufacturera, sector bancario, sector telecomunicaciones, rubro de servicios y empresas dedicadas a la comercialización.
La dinámica de la violencia contra la mujer en el sector empresarial es ya conocida, «empieza con ataques muy leves, con mecanismos de control psicológico y social para dominar a la pareja, pero con el tiempo va aumentando en gravedad». Destaca que en las primeras etapas es frecuente que tanto las agredidas como los agresores no reconozcan estas experiencias como violencia, sino solo como «desavenencias o peleas o discusiones».
En la investigación se ha encontrado que el 22,9% ha solicitado ayuda a sus colegas de trabajo cuando ha sufrido episodios de violencia. Ello explica que el 36% haya atestiguado situaciones de violencia contra la mujer en sus colegas. Por causa de la violencia contra la mujer, las empresas pierden 11,6 días laborales al año por ausentismo, a lo que se suman las pérdidas de 22,4 días año por cada agredida/agresor presente en el trabajo pero con baja productividad, ausentismo o rotación de personal.
Entre las consecuencias medidas por el estudio están la disminución del rendimiento laboral de agredidas y agresores, dificultades con colegas de trabajo y la clientela, retraso en la hora de llegada o pérdida de citas laborables. En cuanto al rendimiento, se pudo establecer que tanto agredidas como agresores tienen dificultades para concentrarse y lentitud en el trabajo, más preocupaciones personales o familiares (principalmente entre los agresores), agotamiento y cansancio, accidentes e incidentes laborales, hasta llegar a la productividad cero en el 10,3% de los casos.
Por cada agresor se pierden 38,4 días laborales, 27,5 días por cada agredida y 13,7 días por cada colega o testigo. En promedio por cada ataque que sufren las encuestadas o ejercen los agresores, llamadas colaboradoras/es en este estudio, «la empresa pierde la productividad de 1,18 días laborales».
«A nivel país, las empresas están perdiendo en total 52.858.213 días laborales por año, por el presentismo y ausentismo (disminución del rendimiento y días que faltaron al trabajo) de sus colaboradoras/es involucrados directa o indirectamente con la VcM (violencia contra las mujeres en relaciones de pareja). Los agresores representan el 59,2% de estos días perdidos, seguido de las agredidas (33,4%) y testigos/as (7,4 %)», dice el estudio.
En la estimación de los días laborales perdidos y el número de días de trabajo anual por persona a tiempo completo (288 días), hay una «pérdida de productividad de 183.534 colaboradoras/es a tiempo completo durante todo un año».
Las cifras del estudio son astronómicas, en síntesis plantea que las empresas en Bolivia pierden un equivalente al 6,46% del Producto Interno Bruto de Bolivia. «Los agresores son más costosos para las empresas, representan más de la mitad de estos costos”.
Las empresas pierden algo más de 1.976 millones de dólares al año (aproximadamente 13.640 millones de bolivianos), producto de la violencia contra las mujeres. El monto equivale al 6,5% del Producto Interno Bruto (PIB) de Bolivia.
El estudio ha evidenciado que muchas gerencias de empresas subestiman estos impactos, pero ha dejado en claro que «prevenir un ataque, uno solo, es evitar que se pierda la productividad de un día de trabajo. Disminuye la productividad, la calidad de vida y el desarrollo» pero también tiene impactos significativos «en el clima organizacional y la imagen de la organización».