En medio de la vasta planicie altiplánica orureña se yergue orgullosa una planta andina que resiste las bajas temperaturas, las sequías, las heladas y hasta las inundaciones y que desde los tiempos precolombinos alimenta con eficiencia a los pobladores de la zona. El alto valor alimenticio de sus granos multicolores lo han convertido en un superalimento con los mismos e incluso más nutrientes y cualidades que la internacional quinua. Así es, se trata de la cañahua; Chenopodium pallidicaule para los científicos.
Los expertos aseguran que tiene un alto valor en proteínas, Omega 3, 6 y 9, un alto contenido en hierro, calcio, zinc, fibra, antioxidantes, está libre de gluten y posee un mínimo de contenido graso lo que la pone en ventaja respecto de otros cereales y granos. No en vano, forma parte del selecto grupo de las “Cuatro magníficas andinas”, junto a la quinua, el amaranto y el tarwi.
A principios del nuevo siglo, una familia originaria de Toledo decidió no solo revalorizar el cultivo ancestral sino dar un enorme salto cualitativo al apostar por la industrialización para llevar el superalimento a la mesa de los bolivianos.
“Hace 20 años este cultivo estaba a punto de extinguirse por falta de mercado porque solamente era para autoconsumo en el área rural”, cuenta Trigidia Jiménez, una ingeniera agrónoma de profesión que encontró en el grano andino su leitmotiv y el de su comunidad
Jiménez dirige el emprendimiento que ahora, recibe apoyo de la cooperación internacional y forma parte de varios colectivos y organizaciones dedicadas a alentar el consumo de los productos nacionales.
“Nuestra primera labor como emprendedores ha sido revalorizar el cultivo de la cañahua, rescatar la tecnología que tenían nuestros papás en la forma de sembrar pero también hemos adecuado alguna tecnología para mejorar tanto en el tema de transformación y desarrollar productos de rápido consumo para que el pito no sea la única opción”, añade.
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El emprendimiento lleva la esencia del grano hasta en el nombre: “Granja Samiri” pues los Jiménez tomaron la denominación de una de las tres variedades orureñas del súper grano para bautizarse; paso a paso el negocio familiar se convirtió en una empresa nacional que ahora, produce, transforma y comercializa alimentos en los que el ingrediente estrella es la cañahua.
“Nuestro objetivo es producir un alimento sano y hacer que los bolivianos conozcan la cañahua”, sentencia la emprendedora que se enfunda el traje de la zona para promocionar las cualidades de su producto y destacar su origen; en medio de la charla, nos alienta a probar un postre que combina las propiedades de la cañahua y los frutos rojos; un manjar digno de una tienda de delicatessen, dirían los sibaritas.
¿Cuánto producen? “Entre 80 y 100 hectáreas”, responde Jiménez quien afirma que la “Granja Samiri” nació con metas claras y la mirada puesta en el futuro.
“Nos hemos ido renovando cada diez años. Nuestro primer objetivo era ser los mayores productores de materia prima; el segundo fue tener una planta de transformación para el mercado nacional y nuestro objetivo de aquí a diez años es tener una planta de transformación especializada con tecnología de punta para desarrollar productos de alto valor nutritivo que no tengan nada que envidiar a otros importados y más bien, sacar de Bolivia nuestros productos de esta calidad”, cuenta Trigidia.
Y la convicción de Trigidia va a la par de la versatilidad de la cañahua que pasó de los alimentos a los destilados.
“El producto que está causando furor es el whisky hecho con granos de cañahua. También tiene otros granos pero el principal es la cañahua. Es una muy buena alternativa para exportar, principalmente”, comenta Jimenez al presentar una botella de Killa, el destilado que cobra un sabor único porque se añeja en barricas de roble de chiquitanía a cerca de 4.000 msnm.
El whisky elaborado con granos de cañahua es una sensación
“Nos hemos encontrado con la empresa Killa que también es un innovador y que está interesado en usar granos andinos. Me contactan y le proponemos variedades de granos que le puedan servir para este producto y lo fue trabajando. Este es un wiskhy virgen“, dice Trigidia.
Al final, la emprendedora revela que tiene propósitos más grandes y que van mucho más allá de la heroica revalorización de un alimento tradicional.
“Queremos apostar a que los bolivianos si podemos generar fuentes de trabajo y podemos darle un valor agregado a nuestros productos 100 por ciento nacionales”.