Tiene 23 años, estudia derecho, vive casi junto al puente de La Tamborada. Se llama John Moisés Choque, como su padre Moisés Choque, nombres cuyas iniciales M. Ch. dieron la denominación a la pequeña factoría de galletas, barquillos y conos para helados, un proyecto con el que la familia busca salir adelante.
Pero el emprendedor boliviano, John dio un paso más. Presentó su proyecto al concurso EmprendeIdeas 2014, organizado por la Sociedad Boliviana de Cemento (Soboce), y aunque no logró el primer lugar, sí se hizo merecedor de un capital semilla de Bs. 15 mil con el que puede dar un empujón a su emprendimiento en Bolivia.
En realidad, esta empresa boliviana es un sueño de larga data. Según refiere la familia, fue el padre quien desde niño había trabajado en empresas de helado, donde aprendió el oficio, pero ya de mayor se hizo transportista hasta que hace unos siete años decidió volver a comenzar con el negocio de los barquillos y cucuruchos.
El padre sacó un crédito del banco, compró una matriz argentina para un aparato pequeño que incluye un pequeños horno de barquillos y él mismo habilitó en la estructura los moldes y otros accesorios.
Algo parecido hizo con otra máquina, la de cucuruchos, aunque su aporte fue mayor en este último caso. Además, a diferencia del primer hornillo que funciona a electricidad, el de cucuruchos, trabaja a gas.
Aun así, con todas las improvisaciones, John calcula que cada una de esas máquinas, con las que actualmente trabaja casi de forma artesanal unos tres quintales de harina por día, puede valer perfectamente unos 15 mil dólares.
Pero la mayor inversión no fue ésta, sino una enorme máquina de dos metros de alto por unos cinco de largo (como un pequeño vagón de tren), con la que se podría procesar de forma automática unos seis quintales por día.
Este monstruo de máquina fue comprado de segunda mano por más de 100 mil dólares. Toda una puesta empresarial. El problema está en que se trata de una máquina a la que le faltan accesorios y sólo existen tres de éstas en Bolivia, según cuenta John, por lo que ha sido otra tarea quijotesca ir completando el equipo lentamente, durante más de medio año. Las últimas pruebas realizadas han dado buenos resultados, por lo que John cree que muy pronto ya podrá ponerla en operación.
Esta máquina representa una esperanza para empresa en Bolivia, pues aunque es una delicia observar cómo van saliendo los barquillos calientes de las máquinas pequeñas en menos de un minuto, la máquina grande podría reducir el trabajo a menos de la mitad del tiempo y duplicar la producción.
Y en eso consiste precisamente el proyecto que le valió un premio en EmprendeIdeas. Impulsar la empresa, demostrar que es sostenible, que no será una más de esas pequeñas empresas de barquillos que abren y cierran al día siguiente. En eso está.