Chile y Panamá siguen siendo líderes en términos de competitividad en la región de Latinoamérica y México está haciendo gala de un gran desempeño según el Informe de Competitividad Global 2016-2017.
Este informe es una evaluación anual de los factores que impulsan la productividad y la prosperidad en 138 países.
El Índice de Competitividad Global (ICG) este año revela que Chile ha subido dos puestos, convirtiéndose en la 33ª economía más competitiva del mundo. Panamá es uno de los mayores escaladores entre los cincuenta primeros, subiendo ocho puestos situándose en el 42. México sube seis puestos hasta el 51 y Brasil baja el mismo número de puestos hasta el 81. Venezuela es la economía peor situada del índice ubicándose en el puesto130.
Desde una perspectiva global, un dato clave del informe de este año es cómo un declive de diez años en la apertura de las economías supone un riesgo para la innovación y el crecimiento global. El grado de apertura al comercio internacional está directamente relacionado con el potencial innovador de un país y su crecimiento económico.
Esta tendencia a la baja que lleva ya una década, se refiere a países en todos los niveles de ingresos y se atribuye principalmente a un incremento de las barreras no arancelarias, la carga que suponen los trámites aduaneros, el impacto de las normas sobre la inversión extranjera directa y el predominio de la titularidad extranjera. Esto es especialmente relevante para Latinoamérica en un momento en el que los países buscan diversificar sus economías y encontrar nuevos motores de crecimiento económico.
El declive en la apertura de la economía global está afectando la competitividad y dificultando la tarea de lograr crecimiento inclusivo y sostenible», afirma Klaus Schwab, fundador y presidente ejecutivo del Foro Económico Mundial.
Este informe también arroja luz sobre por qué la relajación cuantitativa y otras medidas de política monetaria han sido insuficientes a la hora de reactivar el crecimiento a largo plazo para las economías avanzadas del mundo. El informe concluye que las intervenciones por parte de economías con puntuaciones comparativamente más bajas en el ICG no generaron el mismo efecto que aquellas llevadas a cabo en economías con altas puntuaciones, lo que sugiere que una mejor competitividad subyacente es un requisito clave para que el estímulo monetario tenga éxito.
El informe ofrece información sobre cómo las prioridades podrían estar cambiando para aquellos países en las primeras etapas de desarrollo. Si bien los motores básicos de competitividad como la infraestructura, la salud, la educación y el buen funcionamiento de los mercados siempre serán importantes, los datos del ICG sugieren que desde 2014, el rendimiento de los países en términos de absorción tecnológica, sofisticación empresarial e
innovación adoptó un papel más importante a la hora de aumentar el PIB per cápita.
Por octavo año consecutivo, Suiza figura como la economía más competitiva del mundo, ligeramente por encima de Singapur y Estados Unidos. Les siguen los Países Bajos y Alemania. Los dos siguientes países, Suecia (6) y Reino Unido (7) avanzan tres puestos (la puntuación en el ICG de este último se basa en datos anteriores al Brexit). Las tres economías restantes entre las diez primeras son Japón (8), Hong Kong (9) y Finlandia (10), que retroceden.
Pese a que las economías europeas siguen dominando la lista de los diez primeros, la persistente brecha norte-sur de la región no parece hacerse más pequeña. España mejora un punto hasta la posición 32, mientras que Italia retrocede una posición hasta la 44 y Grecia cae cinco puestos hasta la 86. Francia, la segunda mayor economía de la eurozona, escala una posición hasta la 21. Para todas las economías de Europa, mantener y mejorar los niveles de prosperidad dependerá principalmente de su capacidad de aprovechar la innovación y el talento de su fuerza de trabajo.
Hay ciertos signos de convergencia en la competitividad de los mayores mercados emergentes del mundo. China, en el puesto 28, sigue siendo la mejor clasificada del grupo de los BRICS, a pesar de que otra subida por parte de India (que escala 16 puestos hasta el 39) supone que ahora la brecha entre esta y sus compañeros de grupo es menor. Con Rusia y Sudáfrica subiendo dos puestos hasta el 43 y el 47 respectivamente, solo baja Brasil.
La brecha de competitividad en Asia Oriental y el Pacífico, mientras tanto, es cada vez mayor.
Pese a que 13 de las 15 economías cubiertas consecutivamente desde 2007 han sido capaces de mejorar su puntuación en el ICG en la última década, este año se han producido retrocesos por parte de algunos de los mayores mercados emergentes de la región: Malasia se descuelga de los veinte primeros, cayendo siete puestos hasta el 25; Tailandia cae dos hasta el 34; Indonesia cae 4 puestos hasta el 41 mientras que Filipinas cae diez hasta el 57.
Un problema constante para todos los países en vías de desarrollo de la región es la necesidad de realizar progresos en las áreas más complejas de la competitividad relacionadas con la sofisticación empresarial y la innovación si quieren salir de la trampa de los ingresos medios.
La caída de los precios de minero-energéticos ha aumentado la urgencia de avanzar en la agenda de competitividad en todo el mundo árabe. Con tres economías entre las treinta primeras (Emiratos Árabes Unidos en el puesto 16, Qatar en el 18 y Arabia Saudí en el 29) sigue habiendo una clara necesidad de que todos los países exportadores de minero-energéticos diversifiquen más sus economías y realicen mayores esfuerzos para mejorar la
competitividad entre países importadores.
Uno de los países que más ha mejorado en África subsahariana es Ruanda, que sube 6 puestos hasta el 52. Esta se acerca a las economías tradicionalmente más competitivas de la región, Mauricio y Sudáfrica, pese a que estos países registran mejoras más modestas, subiendo al puesto 45 y 47 respectivamente. Más abajo en la clasificación, Kenia sube hasta el 96, Etiopía se mantiene en el 109 y Nigeria pierde tres puestos hasta el 127.
Para mí, el interés por el crecimiento económico proviene del hecho de que es potencialmente muy importante para mejorar el bienestar humano. El Informe de Competitividad Global nos ayuda a entender los motores de crecimiento y esta edición llega en un momento de estancamiento de la productividad, el principal determinante del futuro crecimiento”, comentó Xavier Sala-Martin, Profesor de Económicas en la Columbia University.
Bolivia bajó del puesto 117 al 121, según el informe «The Global Competitiveness Report 2016-2017». Según el informe, que evalúa anualmente 12 factores que impulsan la productividad y la prosperidad en 138 economías del mundo, en Bolivia destacan la salud y educación primaria y el entorno macroeconómico, los pilares más puntuados, 5,3 y 4,0 puntos, respectivamente.
Los pilares con menor puntuación para Bolivia son la innovación y las instituciones, con 2,5 y 2,9 puntos, respectivamente.
La clasificación del Reporte de Competitividad Global se basa en el Índice de Competitividad Global (ICG), introducido por el Foro Económico Mundial en 2005. Definiendo la competitividad como el conjunto de instituciones, políticas y factores que determinan el nivel de productividad de un país, las puntuaciones ICG se calculan con datos a nivel nacional que cubren 12 categorías (los pilares de competitividad) que colectivamente forman una imagen completa de la competitividad de un país.
Estos 12 pilares son los siguientes: instituciones, infraestructuras, entorno macroeconómico, sanidad y enseñanza primaria, enseñanza secundaria y formación, eficiencia del mercado de bienes, eficiencia del mercado laboral, desarrollo del mercado financiero, preparación tecnológica, tamaño del mercado, sofisticación empresarial e innovación.