En el Informe sobre el desarrollo mundial 2022: Finanzas al servicio de la recuperación equitativa, se examina el papel central que desempeñan las finanzas en la recuperación económica tras la COVID-19. A partir de un análisis exhaustivo de las consecuencias de la crisis que más probablemente afecten a las economías de ingreso bajo y mediano, se aboga por la implementación de un conjunto de políticas y medidas para mitigar los riesgos económicos interrelacionados que se derivan de la pandemia, los cuales pueden agudizarse conforme se vayan levantando las medidas de estímulo, tanto a nivel nacional como mundial.
Entre dichas políticas se incluyen la gestión eficiente y transparente de los préstamos dudosos, con el objeto de mitigar las amenazas a la estabilidad financiera; la reforma de los marcos de insolvencia, para permitir la reducción ordenada de las deudas sostenibles; la innovación en la gestión de riesgos y los modelos de financiamiento, para garantizar el acceso continuo de los hogares y las empresas al crédito, y las mejoras en la gestión de la deuda pública, a fin de preservar la capacidad de los Gobiernos para apoyar una recuperación equitativa.
La actividad económica se contrajo en 2020 en aproximadamente el 90 % de los países, superando el número de países que experimentaron tales descensos durante dos guerras mundiales, la Gran Depresión de la década de 1930, las crisis de deuda de las economías emergentes de la década de 1980 y la crisis financiera mundial de 2007–09 (gráfico O.1). En 2020, el primer año de la pandemia de COVID-19, la economía mundial se contrajo aproximadamente un 3% y la pobreza mundial aumentó por primera vez en una generación.
Si bien los ingresos de los hogares y las empresas se han visto más directamente afectados por la crisis, las consecuencias de esta gran conmoción se sienten en toda la economía a través de numerosos canales que se refuerzan mutuamente y que conectan la salud financiera de los hogares y las empresas, las instituciones financieras y los Gobiernos (véase el gráfico PG.2). Debido a esta interconexión, los riesgos financieros elevados de un sector pueden extenderse fácilmente y desestabilizar la economía en general si no se controlan. Cuando los hogares y las empresas sufren tensiones financieras, el sector de las finanzas se enfrenta a un mayor riesgo de incumplimiento del pago de préstamos y tiene menos capacidad para proporcionar crédito. Del mismo modo, cuando la posición financiera del sector público se deteriora —por ejemplo, como resultado de una deuda y un servicio de la deuda más elevados—, sus posibilidades para apoyar a los hogares y las empresas pueden verse menguadas.
Sin embargo, esta relación no es determinística. Si están bien diseñadas, las políticas fiscales, monetarias y del sector financiero pueden contrarrestar y reducir estos riesgos interconectados, y ayudar a transformar los vínculos entre los sectores de la economía para pasar de un círculo vicioso a un círculo virtuoso (véase el gráfico PG.3).
El impacto de la crisis económica provocada por la COVID-19 ha generado riesgos financieros sin precedentes que obligarán a los Gobiernos, los entes reguladores y las instituciones financieras a implementar políticas de estabilización a corto plazo y políticas estructurales a más largo plazo para encauzar sus economías hacia una recuperación sostenida y equitativa. Para recorrer este camino, será necesario adoptar medidas oportunas en cuatro áreas de políticas: